“Toda revolución se evapora y deja atrás una estela de burocracia.”
– Franz Kafka

El fin justifica los medios – escuchó una vez siendo todavía un niño. En aquel tiempo no entendía lo que significaban esas palabras. Y ahora, estando de pie frente a la silla presidencial, respirando el aire frío del aire acondicionado, mirando a los niños limpia vidrios en la calle frente a su ventana, recordó una vez más aquellas palabras.
De chavalo, no imaginaba que un día estaría parado frente a una gran ventana de vidrio en una oficina en el Palacio Presidencial. Nació en un pueblo pequeño, en un país tercer mundista que se encontraba bajo un régimen dictatorial y como todo niño, tenía sueños de lo que quería ser de grande. ¿Policía, bombero, doctor? Por supuesto que lo pensó y lo deseó, pero ¿presidente? Presidentes solo eran los hombres ricos, poderosos y viejos. ¿Cómo iba ser presidente él? En aquella época de sueños democráticos robados, era imposible “mandar el país” al menos que fueras parte de la familia del Señor Dictador o el Señor Dictador en sí.
Pero la vida tiene muchas curvas, subidas y bajadas, oportunidades que las tomas o las dejas, y de eso dependerá tu vida. Una Revolución por ejemplo. En donde tenés que decidir de qué lado estás ¿querés ser revolucionario o querés ser revolucionado? Él decidió ser revolucionario. La mayoría de chavalos jóvenes de la época lo eran y él no se podía quedar atrás.
Una revolución, no es más que un cambio necesario gritado y demandado por la mayoría. Y si sabes estar ahí, puede que te veas envuelto en ella, puede que salgas ganando o puede que te lleve la chingada. Pues algo así lo estaba recordando él, mientras veía a un chavalito subirse sobre el hombro de uno más grande y hacer malabares con limones en el semáforo de la calle que veía desde su ventana.